Félix no dijo nada. Irene se sintió inquieta, temiendo que este tema hiciera que su hijo pensara más de la cuenta.
—Si no te gusta, no buscaré un papá para ti. —se apresuró a decir.
Aunque Félix era pequeño, siempre había sido un niño comprensivo y maduro; entendía todo lo que Irene decía. Pero en el fondo, a Irene le dolía. Tener un hijo maduro no siempre es bueno. Los niños deberían ser inocentes, alegres y adorables.
A pesar de que Félix se comportaba de manera encantadora frente a Irene, ella sabía que su hijo tenía una mente muy delicada.
Después de su comentario, Félix simplemente sacudió la cabeza.
—¿Entonces, quieres un papá? —preguntó Irene, confundida.
—Solo quiero que mami sea feliz. Si tener un papá puede hacerte feliz, entonces sí; pero si no lo quieres, no lo necesito. ¡Con mami es suficiente! —respondió Félix.
Irene se quedó en silencio unos segundos, conteniendo la emoción y la tristeza en su interior, y le dio un beso en la frente a su hijo.
—Feli, mami ya es muy feliz