—Es inútil. Ahora, todos los soldados y ejércitos ya no te deben lealtad, ni a ti ni al rey Erick.
La lealtad ha sido, desde los tiempos de Pandora, hacia quien porta la corona. Y esa persona soy yo.
—¡Tú no perteneces a la familia real! No puedo creer que hayan permitido esto. ¡No eres nuestra hija! —gritó la exreina, con el último recurso que le quedaba: el desprecio.
Todos se quedaron en silencio.
Pero yo ya esperaba ese argumento.
—Es cierto. No soy su hija, pero eso no significa que no pertenezca a la familia real.
Soy hija de Calix, hijo de Pandora, quien debió ser el legítimo rey tras su muerte.
Si lo piensan con lógica, yo tengo más derecho a portar esta corona de lo que jamás tuviste tú.
Las miradas se llenaron de asombro.
Los murmullos se extendieron por todo el campo.
Algunos se mostraban incrédulos, diciendo que era una estrategia para mantener a los soberanos de mi lado.
Otros decían que nunca se supo que Calix hubiera tenido descendencia, y ahora la revelación los dejaba