Había algo que todos habían pasado por alto. Algo que nadie estaba viendo… y que podría cambiarlo todo.
Connor ya había llegado con Jerome, quien tenía el lugar desbordado de heridos. Ninfas de Derea ayudaban a transportar a los soldados hacia la zona de sanación, donde Jerome trabajaba junto a hadas y más ninfas, haciendo lo posible para que nadie muriera. El ambiente era caótico, casi un infierno.
—Jerome, es Andy. Está muy grave —dijo Connor, intentando explicar lo sucedido mientras Jerome comenzaba a tratar mis heridas.
—Entiendo. La reina Olimpia siempre se caracterizó por su dominio exacto de la magia, además de las técnicas secretas que solo ella conoce… Pero me inquieta algo: no sabemos cuál es su objetivo real —Jerome, siempre analítico, intuía que estábamos pasando por alto algo importante.
—¿Ella va a estar bien? —preguntó Connor, con la voz tensa, mirando cómo Jerome trabajaba sobre mí.
Yo apenas podía mantenerme consciente. Sentía cómo mi cuerpo se rompía y se recomponía