Comenzamos a caminar por la avenida principal, rodeados de la mirada curiosa de decenas de ciudadanos. Los ojos del pueblo estaban puestos en nosotros. Ver a los soberanos de los distintos universos reunidos era un evento extraordinario.

Reconocí entre ellos al Rey de los Elfos, representante de Leifos, y a la Reina Celessi, soberana de Derea. Sin embargo, aún faltaban al menos dos. Y por supuesto, nadie representaría a Lugus… aquel universo desierto desde hace siglos.

Todo parecía ir bien… hasta que llegamos al palacio. En la entrada principal nos esperaban los guardias reales. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda, el miedo me paralizó por un instante. No podía permitir que me reconocieran. Con manos temblorosas, me subí la capucha, ocultando mi rostro bajo su sombra.

Ya dentro de la sala del trono, el Rey Erick y la Reina Olimpia aguardaban en sus asientos, soberbios y serenos como siempre. Nosotros estábamos al final de la caravana. Uno a uno, los soberanos iban entrando, siend