De allí, una luz cálida comienza a emanar. Lentamente, la oscuridad que me rodea se disipa.
Y entonces… aparecen.
Mi infancia con Alena.
Los juegos en los jardines del palacio con Kaleb.
Mi madre arropándome en las noches.
Mi padre contándome historias antes de dormir.
Todo está allí. Todo había estado… oculto.
Siento un nudo en la garganta.
― Querida princesa… si dejas que el odio te domine, lo perderás todo. No solo lo que ya perdiste. También lo que aún tienes.
― ¿Pero cómo lucho contra el odio? ¿Cómo dejo de sentir deseos de venganza?
El Rey me mira con compasión.
― Dime… ¿cómo llegaste hasta aquí?
― Estaba… asustada. Por volver a la Ciudadela. Por fallarle a todos.
― El miedo te trajo. ¿Y por qué odias a Eleanor?
― Porque me quitó todo. Porque no puedo traer de vuelta a Alena o a Kaleb.
Él asiente con serenidad.
― Pero hay muchas cosas que aún puedes remediar. Mucha gente a la que aún puedes proteger.
¿Por qué enfocar tu energía en destruir… cuando puedes usarla para sanar?
― Por