Leonard se acercó a Camila casi sin hacer ruido, pero su llegada repentina la tomó por sorpresa. Ella dio un respingo y saltó, llevándose una mano al corazón, como si realmente hubiera estado al borde de un infarto por la súbita aparición de su esposo.
—¿Acaso intentas provocarme un infarto o qué? —le reprochó, un poco irritada.
Leonard frunció el ceño, sintiéndose confundido por la reacción de su esposa.
—Ahora estás más sensible que antes. Cualquier cosa te altera demasiado. No me digas que todavía sigues pensando en el asunto de nuestra hija.
Camila, incómoda, se sentó en el sofá sin mirar a su marido. Resopló, tratando de organizar sus pensamientos antes de hablar.
—Estoy preocupada por lo que ese hombre puede hacerle. Es un loco —confesó, su voz temblando ligeramente.
Leonard intentó restarle importancia al asunto, esbozando una sonrisa que no convencía del todo.
—No creo que debas preocuparte por eso. Ella tiene a Maximilian a su lado, que la cuida y la protege.
—Leonard, sincer