Amelia se subió al auto, decidiendo que lo mejor era evitar cualquier interacción con Marcus. La sola idea de entablar una conversación con él le resultaba incómoda. Sin embargo, Marcus parecía completamente ajeno a su incomodidad. Ahí estaba, sonriendo como si nada, con esa amabilidad que ella sabía que era pura hipocresía.
—¿Estás un poco nerviosa por el evento? —preguntó él, sin ningún tipo de sutileza.
Amelia sintió cómo la frustración comenzaba a burbujear en su interior. Se acomodó en el asiento, sintiendo el peso de su mirada. Forzó una sonrisa, aunque no quería hacerlo.
—¿Nerviosa? Bueno, creo que es normal sentirse así. Después de todo, el lugar estará abarrotado de personas...
Marcus lo interrumpió de inmediato, como si sus palabras no tuvieran relevancia.
—Es extraño, lo digo porque ya deberías estar acostumbrada a estar en lugares llenos de gente. Después de todo, esos son los ambientes en los que tú y tu familia se movían, ¿no?
Amelia respiró hondo, tratando de calmarse.