Sofía entró a su apartamento, cerrando la puerta tras de sí con un golpe seco. Sus ojos, enrojecidos por el llanto contenido, recorrieron la estancia vacía. Se dejó caer en el sofá, abrumada por las emociones que la consumían.
—¿Por qué? —susurró entre sollozos—. ¿Por qué tuvo que ser así?
Las imágenes de Alessandro comprometiéndose con otra mujer se repetían en su mente como una cruel película. Sofía se levantó y caminó hacia su habitación, dejándose caer en la cama. Las lágrimas fluían libremente ahora, empapando la almohada.
—Fui una cobarde —se reprochó—. Pero... ¿qué otra opción tenía? Él merece a alguien de su clase, alguien que pueda estar a su altura.
Sofía recordaba vívidamente el momento en que vio a Alessandro anunciar su compromiso durante la gala de la empresa. Había sido una noche de celebración, llena de sonrisas y brindis, hasta que él se puso de pie y pronunció aquellas fatídicas palabras.
Todo a su alrededor pareció detenerse en ese instante. Sofía sintió como si le