Leonard suspiró mientras la puerta se cerraba detrás de él. El eco del silencio en la casa le confirmó lo que ya sospechaba.
—Camila, ¿dónde estás? Se suponía que ibas a estar aquí— murmuró, dejando caer las llaves sobre la mesa. Se quedó de pie en medio de la sala, mirando la penumbra.
—Supongo que sigue enojada, la discusión fue fuerte.
Caminó lentamente hacia la cocina, la nevera zumbando en la quietud. Se sirvió un vaso de agua, pero su mente no estaba en eso.
—¿Debería llamarla?— pensó. Levantó el teléfono, su pulgar flotando sobre el nombre de Camila.
—No... no, seguro me ignora. Después de lo de esta mañana... lo más seguro es que no me conteste—. Resopló, bajando el teléfono con frustración.
—Necesito que me conteste, necesito saber dónde está. Pero no... no la voy a llamar. No tiene sentido. Solo me va a ignorar, estoy seguro—. Dejó el vaso en la encimera y se dirigió a su estudio, el silencio de la casa amplificando su soledad y la incertidumbre que lo carcomía.
Mient