La cuarentena después del parto, William se la había tomado de una manera demasiado literal. Cinco meses tenía ya el pequeño Liam, y su esposo seguía sin la menor intención de tocarla. Sofía tampoco lo hacía, consciente de que había vuelto a traspasar la línea hace más de dos meses.
Ahora los acostones con Ismael se habían convertido en algo rutinario, siempre hacían un hueco entre las jornadas, colocaban el seguro en su oficina y se comían como si sufrieran de un tipo de hambre que no se podía saciar fácilmente.
Era solo sexo.
Ismael se lo hacía entender siempre que se veían, la tomaba de maneras nada cariñosas, procuraba no besarla, aunque había momentos en los que de pronto notaba su mirada demasiado intensa y llegaba a creer que había algo más. Pero luego se alejaba sin más, como si permanecer a su lado fuera algo que quisiera evitar a toda costa.
Se sentía culpable siempre que veía a William cuando llegaba del trabajo o los pocos instantes que compartían en el desayuno todas l