—¿No confías en mí? —se mostró ofendida ante la acusación.
—Lo que escuchaste —le confirmó Nicolás.
El rostro de la mujer se contorsionó por el "dolor" y la "traición" que le provocaban aquellas palabras.
—¿Cómo puedes decir que no confías en mí? —soltó con los ojos llenos de lágrimas—. ¿En la persona que ha estado a tu lado siempre? ¡La que te salvó! ¡La que te cuidó! —su cuerpo temblaba.
Sin embargo, el hombre no se inmutó. La resaca le había despejado la mente de una manera impresionante, y ahora veía a Alicia tal cual era.
Una ira fría, una lucidez brutal, lo invadió al saber lo que había hecho: había arruinado su felicidad al lado de Regina.
—Todo esto lo causaste tú —acusó con frialdad. Su voz dura.
—¡No, es mentira! —gritó, intentando aferrarse a su supuesta inocencia.
—¡Ya deja de mentir!
Nicolás se levantó de la cama con sus piernas un poco inestables por los días de borrachera, pero en el fondo, estaba más lúcido que nunca. Porque finalmente veía a la persona que tenía