Veinte minutos después, Samantha llegó a la casa de la madre de Isabella.
Las dos mejores amigas se abrazaron de inmediato, y Samantha rompió a llorar entre los brazos de Isabella.
Isabella no tenía idea de lo que había pasado; solo sabía que Samantha lloraba sin parar, sin importar cuántas veces le preguntara. Con cuidado, Isabella la guió hasta la habitación, intentando calmarla.
—Siéntate y dime… ¿quién te hizo llorar así? —preguntó Isabella, sujetándole los hombros con firmeza.
—Reinhart, Bella… —sollozó Samantha. Su voz temblaba de dolor. Reinhart era su prometido, y el rostro de Isabella se ensombreció al imaginar qué podría haber salido tan mal.
—¿Qué hizo? Dímelo rápido.
—Me engañó… y dejó embarazada a otra mujer. Bella, tú sabes que… se suponía que nos casaríamos el próximo mes —dijo Samantha, con lágrimas corriendo por sus mejillas.
—Ese desgraciado —murmuró Isabella, apretando los puños para contener su rabia.
—Bella, ¿qué hago? Estoy tan confundida… Él aún quiere casarse c