27

A la mañana siguiente, una capa de nubes grises cubría gran parte de la ciudad de Elaris.

El sol se escondía detrás de ellas, envolviendo toda la ciudad en una calma fresca y serena… pacífica, casi poética.

Samantha se despidió de Isabella y de la señora Adeline. Se sentía mal por haber molestado a su amiga todo un día—y más aún sabiendo que Maximilian estaba allí, lo que hacía que quedarse resultara aún más incómodo.

Aun así, en el fondo, no quería irse.

Pocos minutos después de que Samantha se marchara, Isabella y Maximilian también se prepararon para volver a casa. En el jardín delantero, la señora Adeline los acompañó hasta el auto.

—Muchas gracias, mamá. Y disculpe si Isabella le causó alguna molestia —dijo Maximilian con cortesía.

—¿De qué hablas? El que causa problemas eres tú, no yo —replicó Isabella con fastidio.

—¡Isabella, basta! Maximilian, querido, no fue ninguna molestia —respondió la señora Adeline con calidez—. Estoy feliz de que hayan venido a visitarme.

—Está bien, m
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