Maximilian abrió la puerta del dormitorio y la cerró tras de sí.
Dentro, Isabella estaba sentada en una silla junto a la cama, leyendo un libro en silencio. Él se acercó y se sentó a su lado, observándola por un momento.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Isabella, levantando la vista del libro.
—¿De verdad no reconociste a Miguel hace un rato? —preguntó él.
—No —respondió ella, negando con la cabeza.
—Pero lo has visto antes, ¿cierto?
—Sí, un par de veces. Pero siempre fue por casualidad —dijo Isabella, poniéndose de pie, claramente queriendo terminar la conversación. No parecía tener ningún interés en hablar sobre Miguel.
—Prepárate. Te llevaré a casa de tu madre —dijo Maximilian.
Sabía que Miguel planeaba quedarse un tiempo, así que decidió enviar a Isabella con su madre por el día.
—¿Me estás echando? —soltó Isabella, abriendo los ojos con incredulidad.
Qué mujer tan extraña, pensó Maximilian para sí.
—Tengo muchas cosas que hacer hoy y volveré tarde. Será mejor que te quedes con t