Esa tarde, Isabella salió de la oficina después de otro largo día de trabajo. El sol ya se estaba ocultando en el horizonte y hacía rato que había terminado el horario laboral. Caminó hacia la carretera principal, esperando poder tomar un taxi.
La distancia entre su trabajo y su casa era mucho mayor que la de la casa de su madre, así que caminar no era una opción… y mucho menos con tacones.
Paso a paso, miraba a ambos lados de la calle, con la esperanza de ver aparecer algún taxi. Pero después de casi veinticinco minutos, no había ni rastro de uno.
Justo cuando decidió cruzar la calle, una motocicleta salió disparada desde un callejón lateral.
Sobresaltada, Isabella dio un salto hacia atrás para evitarla, pero perdió el equilibrio y cayó con fuerza sobre el pavimento.
—¡Ah… ay! —soltó entre dientes, sujetándose el tobillo. Un dolor agudo le recorrió la pierna mientras intentaba levantarse, pero el tobillo se le había torcido gravemente y apenas podía ponerse de pie.
Un elegante auto n