Max se levantó de su asiento, abrió el armario y agarró una toalla al azar junto con un pantalón doblado de Isabella. Luego caminó hacia la puerta del baño para entregárselos.
Justo en ese momento, Isabella estaba haciendo lo mismo que antes: asomándose por la rendija de la puerta para comprobar si Max seguía ahí. Para su sorpresa, él estaba justo frente a ella.
Isabella soltó un pequeño grito y cerró la puerta de golpe.
—¿Qué estás haciendo ahí fuera? ¿Intentas espiarme o qué? ¡Eres increíble! —le gritó desde el otro lado de la puerta.
—Abre la puerta —respondió Max, golpeando con firmeza.
—¡Oye, idiota! ¡No tengo el menor interés en espiarte! Solo te estoy dando una toalla —replicó, visiblemente molesto.
La puerta se abrió apenas un poco.
—Oh… yo pensé— jeje, olvídalo. Gracias, Max. —Isabella sonrió con torpeza, le arrebató la toalla y la ropa de las manos, y volvió a cerrar la puerta tan fuerte que a Max le zumbó el oído.
Unos minutos después, Isabella salió del baño con el cabello