—¿Por qué dos? —preguntó ella recostada en el regazo de Dimitry mientras él pasaba sus dedos por su cabello perdido en sus propios pensamientos.

—¿Dos qué?

—Dos anillos.

Ella alzó la mano para que ambos pudieran ver los anillos brillando en sus dedos.

Satarah había guardado el de matrimonio y no dudó en dejar que él le colocara los otros dos.

Dimitry besó su cuello erizándole la piel.

—Sé que lo recuerdas, provocadora. Te gusta saber que siempre me has tenido bajo tus pies. ¿No es así?

Tarah enseguida se rió girando su cabeza para encontrarse con sus ojos sobre ella.

—Estaba celosa —admitió para sorpresa de Dimitry quien enseguida frunció el entrecejo como si no entendiera.

—¿Celosa? ¿Tú?

—Fingía que te odiaba, pero tu interés por Lya me molestaba, ¿Cómo iba a admitir que estaba celosa de mi hermana? Jamás haría eso. Bueno, obviamente ahora lo hago porque sé que ella no te quiere.

Tarah intentó apartar la mirada, pero Dimitry sostuvo su barbilla con su mano, manteniéndola allí.

—¿Qu