Al llegar a casa, Maia bajó del coche, pero Théo no.
—¿No vas a bajar? —preguntó ella, al verlo inmóvil.
—No, creo que voy a dar una vuelta por la ciudad, no tengo ganas de entrar en casa ahora. —Respondió serio.
—Pero dijiste que no te estabas sintiendo bien. ¿Y si por acaso te pones mal estando solo?
—No te preocupes por mí. —La miró. —Entra, hace frío aquí fuera.
—Está bien, buenas noches, entonces.
Ella salió de allí, entrando en la casa, sin entender el cambio de humor del marido.
Aún en el coche, Théo se miraba en el espejo retrovisor, intentando entender lo que estaba sintiendo.
Saliendo de la residencia de nuevo con el coche, condujo hacia un bar que solía frecuentar. Ya en la entrada, saludó a algunos conocidos, yendo hacia la barra. Quería beber solo.
—Lo de siempre, por favor. —Pidió al barman.
—Claro, señor.
No tardó mucho, el hombre volvió con un vaso de whisky.
—Deje la botella aquí también.
Sin decir nada, el Barman hizo lo que él pidió.
—Veo que estás sediento, ¿eh? —U