“¡Ay, mierda!”.
Salto de la cama y me apresuro a ir a la habitación de Shayla cuando escucho un golpe y su grito.
“¿Shayla? ¿Estás bien?”, la llamo, golpeando la puerta. La escucho y, al no oír respuesta, abro la puerta y entro. La encuentro sentada en el suelo en la oscuridad, sujetando su pie, rodeada de pedazos de vidrio. Ella me mira y parpadea sorprendida cuando enciendo la luz. “¿Qué has hecho? ¿Estás herida?”.
Ella se saca el Airpod de la oreja. “¿Eh?”.
“¿Te pregunté si estabas bien?”. Ella se muerde el labio y asiente, mirando la lámpara rota en el suelo.
“Oh, eh, estoy bien. Pero rompí tu lámpara. Todavía estoy tratando de acostumbrarme a mi entorno. Lo siento mucho”. Ella sisea y se mira el pie. “La reemplazaré”. Pongo los ojos en blanco y entro en su habitación, con cuidado de no pisar ningún vidrio roto.
“Jesús, Shayla. A la mierda la lámpara. ¿Está bien tu pie?”, le pregunto, ella se encoge de hombros y mueve la mano, y sus dedos están cubiertos de sangre. “Estás san