Solo entonces Victoria se dio cuenta de algo divertido. Sus cejas oscuras se relajaron lentamente y parecieron especialmente encantadoras a la luz de la mañana.
—Fue una suerte que David Jones quisiera ayudarnos.
—El dinero lo compra todo, hermana. Fue más suerte que él acostumbrara a grabar este tipo de encuentros.
Héctor no dejó de observar perezosamente el alboroto del otro lado de la pantalla.
—Vicky, ¿quieres ver más?
Victoria enarcó una ceja, y lo cierto es que lo estaba deseando.
La retransmisión en directo ya estaba en marcha y, por supuesto, no podían interrumpirla.
Era evidente que los reporteros pretendían encubrir a la familia Aguirre. Los ángulos de cámara ya no eran tan nítidos como durante la cobertura inicial de la boda; captaban sobre todo paisajes inútiles.
Victoria alargó la mano y pulsó unas teclas y, de repente, ¡el enfoque de la grabación cambió!
—¡Vaya, hermanita, tus habilidades son geniales! —exclamó Héctor exageradamente.
—Afortunadamente, el Grupo Aguirre no