44. Crueldad
POV ALESSANDRO BALESTRI
No quise esperar un segundo más. No buscaba un gesto simbólico ni una promesa vacía; ansiaba algo verdadero, un compromiso que naciera del amor, no de un simple contrato ni de una absurda revancha. La quería conmigo, no por un instante, sino para siempre. No era un impulso, era una decisión: hacerla mía, no por posesión, sino porque sin ella, nada tenía sentido.
Tal vez no era el escenario más elegante, pero sí el instante más sincero. Irene acababa de decirme que me amaba, y aunque siempre lo presentí, escucharlo de su voz me estremeció por completo. De pronto, cada herida, cada duda y cada silencio encontraron sentido en esa sola frase. En ese instante supe que no quedaba nada por esperar: era ahora o nunca.
La ayudé a ponerse de pie, y al tomar su mano sentí cómo la emoción me recorría entero. Deslicé el anillo con la certeza de que todo lo vivido nos había conducido hasta aquí. Nada fue casualidad; cada tropiezo, cada ausencia, era solo una pieza del des