POV IRENE SAINT

Mientras camino por la calle, contemplo los tulipanes blancos que llevo entre las manos. Son el símbolo perfecto de lo que hoy decido hacer: dejar ir. Alessandro tenía razón —cerrar ciclos no es rendirse, es aprender a vivir con la cicatriz y no con la herida abierta—. Por eso he perdonado. No por olvido, sino por amor propio.

El parque me recibe con su calma; el aire huele a tierra húmeda y promesa nueva. Mis pasos, casi en un acto inconsciente, me conducen hasta una pequeña iglesia. Entro sin pensarlo. El silencio interior me abraza con una paz antigua. Camino hasta el altar y deposito los tulipanes con suavidad.

«Querido hijo, hoy suelto mi culpa y mi dolor. Te dejo ir… Comprendo que no era nuestro momento.»

Las palabras no salen de mis labios, pero resuenan en mi mente con la fuerza de una confesión. Hablo hacia dentro, con la esperanza de que, dondequiera que esté, él sepa que lo amé con todo lo que fui.

Al salir, siento el aire frío golpearme el rostro; no d