Once.
La solicitud tomó por sorpresa a Lucien, no sabía si reírse o tomárselo en serio.
— ¿Para qué querrías algo como eso? No son juguetes, Anastasia.
— ¡¿Crees que no lo sé?! — La situación se tornó tensa — Ya estoy cansada de toda esta mierda, quiero deshacerme de la raíz de mis problemas con mis propias manos.
Vio a Lucien fruncir el ceño.
— Estás borracha — Alegó. — Es tu enojo el que está hablando por tí.
— ¡¿Por qué todo el mundo me cree una ignorante?! Dame una maldita arma para ir y acabar con esa perra y todos los suyos o te juro que la buscaré en otro lado y también les diré a todos la verdad sobre tí.
Al terminar de hablar se dio cuenta gracias a la mirada de Lucien que había pisado una mina peligrosa.
— Anastasia... Deberías saber una cosa sobre mí. — Muy pronto una Beretta 92 F en perfectas condiciones apuntaría su garganta y se deslizaría hacia la mandíbula, el frío metal hizo que se encogiera desde su sitio — Odio que me amenacen.
La caricia de la muerte le causó sudor frío,