POR DONDE BUSCAR.
Maite salió como todos los días al parque donde había perdido a su hijo. Le gustaba ir porque allí tenía el último recuerdo del rostro de su pequeño. Trayendo los recuerdos de ese día, unas lágrimas se le desprendieron.
Inhalando profundo, se detuvo justo en el lugar donde lo había visto por última vez. Los hombres que la acompañaban la rodearon, y ella los miró con desdén.
—A un metro —exigió.
—Lo siento, señora, pero no puedo mantenerme tan lejos de usted.
—Te estoy dando una orden y debes acatarla.
—Tengo órdenes estrictas de mantenerme cerca de usted, a menos de medio metro.
Sabiendo que ellos no iban a cambiar de parecer porque tenían órdenes de Marcos, y si no las cumplían, este se las cobraría al regresar, se dio por rendida.
Dio media vuelta y se dirigió a una de las bancas de metal. Allí concentró toda la atención en rememorar ese día, el cual había dejado una herida profunda en su corazón, de la cual no sabía si podría sanar. Dolió tanto que, cada día, la herida se hac