Alessandro elevó las cejas, y volvió a contemplar a su esposa. Catalina estaba cabizbaja y pálida, mirando con los labios apretados el desastre que acababa de ocurrir.
— De acuerdo. Te ayudaré a encerrar a ese animalejo en el salón, limpiaremos el destrozo en la cocina y regresaremos a dormir.
Ella lo miró a los ojos, de pronto.
— Pero...pero yo...
— Mañana. — la interrumpió él. — es demasiado tarde ahora, mañana llevarás todos esos animales al refugio. ¿ De acuerdo?
Ella asintió y él le dió un pico rápido, dejándola aún más desconcertada.
* * *
Era viernes, Catalina había ido temprano al refugio, dejando allí todos sus especímenes de estudio y como su salón de clases estaba aún en reparación decidió dar un recorrido por las tiendas enbusca de un jarrón nuevo para la mesa de la cocina. Luego, regresó a la casa y se entretuvo parte de la tarde limpiando. Aunque todo se encontraba siempre pulcrísimo.
La finca vibraba de actividad, había trabajadores por doquier encargándose del g