92. La perspicacia de Valdimir
El corazón de Aelina latía desbocado, como si quisiera escapar de su pecho. Sus ojos, abiertos de par en par, reflejaban el pánico que la invadía. La joven sentía que el aire se le escapaba de los pulmones, incapaz de articular palabra alguna. La revelación de Valdimir la había golpeado con la fuerza de una ola de un par tempestuoso, dejándola paralizada y vulnerable.
El silencio en la habitación era tan pesado y tenso que podía cortarse con un cuchillo, porque Aelina no sabía que decir, y Valdimir estaba esperando, con una paciencia escalofriante para la muchacha, a que ella confesara. De repente, como si un resorte se hubiera activado en su interior, Aelina comenzó a reír. Era una risa nerviosa, casi histérica, que brotaba de lo más profundo de su ser en un intento desesperado por negar la realidad.
—¿Que vengo del futuro? —exclamó entre carcajadas con sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo—. ¡Por favor, Valdimir! ¿Pero qué cosas dices? No puedo creer que me hayas tomado en serio an