197. Celeste y el lobo de dos tiempos
En ese instante, Erik permanecía sentado, observando el ir y venir de los invitados con una mirada distante. Sus padres, Valdimir y Aelina, continuaban ahí, mirándolo con una preocupación evidente en sus rostros.
—Padre, madre, no se preocupen por mí —dijo finalmente Erik, esbozando una sonrisa tímida que no alcanzó a iluminar sus ojos—. Vayan a divertirse. Créanme, aquí estoy bien. Además, dentro de un rato participaré en las peleas amistosas. Tendré tiempo de sobra para hablar con todos los jóvenes que son contemporáneos conmigo.
Valdimir y Aelina intercambiaron una mirada llena de significado. La preocupación por su hijo era muy obvia, pero respetaron su deseo de quedarse solo. Con un último vistazo hacia Erik, se dirigieron hacia la pista de baile y así, mientras caminaban entre la multitud elegantemente vestida, Aelina se acercó a su esposo sintiendo como su voz apenas se podía escuchar por encima de la música clásica.
—Jamás pensé que tendría un hijo tan tímido —confesó Aelina co