117. Secretos del Rey Humano
El silencio que siguió a la desaparición de Irina y el Rey Theodor a través del espejo fue absoluto, pesado como una losa sobre los hombros de Valdimir. La habitación, antes cargada de tensión y gritos, ahora parecía sumida en un vacío tan profundo como el que se extendía al otro lado del cristal encantado.
Valdimir permaneció inmóvil, su figura alta y esbelta recortada contra la luz mortecina de las velas. Su rostro, normalmente serio e indiferente se contrajo por un instante, traicionando una emoción que luchaba por salir a la superficie. Sus ojos, de un tono ámbar como la miel reflejada al sol, se llenaron de lágrimas no derramadas. Con un gesto casi mecánico, alzó una mano para limpiarlas, negándose a mostrar debilidad incluso en este momento donde esos sentimientos que se obligaba a reprimir pretendían traicionarlo.
El espejo, testigo silencioso de la tragedia que acababa de desarrollarse con el anterior Rey, dejó de ondular, su superficie volviendo a ser un cristal sólido y opaco