118. El Espejo y la Princesa
El aire se estremeció cuando el Rey de los Humanos emergió del otro lado del espejo. Cayó pesadamente al suelo, su cuerpo cubierto de una fina capa de ceniza gris que se arremolinaba a su alrededor como una bruma etérea. Sus extremidades temblaban incontrolablemente, sacudidos por un frío sobrenatural que parecía emanar de sus propios huesos.
Valdimir, con sus ojos ambarinos brillando de una mezcla de curiosidad y desconfianza, observó la patética figura del monarca humano. A pocos pasos de distancia, Nikolai permanecía inmóvil, atado a una silla por los invisibles lazos de la magia de Valdimir. El silencio en la habitación era tan denso que casi podía tocarse.
Con pasos deliberadamente lentos, Valdimir se acercó al rey caído. Su voz, cuando habló, era suave, pero con una tensión que no pudo disimular:
—¿Por qué vino sin mi hermana? Se suponía que... estaría con ella.
El Rey de los Humanos, con un esfuerzo visible que tensaba cada músculo de su cuerpo, comenzó a incorporarse. Sus movim