Serena creía que cantaba bastante bien.
En cuanto a cantar desafinado... bueno, las personas que desafinan no suelen darse cuenta de ello, así que Serena estaba convencida de que no desafinaba en absoluto.
A la mañana siguiente, se fue caminando tarareando "La ranita feliz" mientras se dirigía al comedor para desayunar.
Ted la miró varias veces, como si tuviera algo que decir pero no se atreviera.
—¿Ted? ¿No te gusta cómo canto? —preguntó Serena.
—Oh, no es eso —respondió Ted con sinceridad—. Es solo que creo que deberías cantar canciones que encajen más con tu personalidad.
—¿Ah, sí? —Serena arqueó las cejas, curiosa.
Ted abrió su lista de reproducción y la primera canción que apareció fue nada menos que "Llega el dios del dinero".
Serena miró a su alrededor, desconcertada, como buscando algo.
Ted, con su habitual agudeza, comprendió al instante:
—Avión. Reunión. En el extranjero.
—Tu jefe sí que trabaja duro —comentó Serena—. Todavía es Navidad y ya está otra vez de viaje de negocio