Los ojos de Blanca se llenaron de una furia implacable.
Durante años, frente a Esteban, había interpretado al pariente cariñoso y tolerante, incluso lo adoraba. A veces ella misma creyó que así era realmente. Pero Esteban no se dejaba conquistar con gestos pequeños: su carácter era frío e implacable.
—¿La familia Ruiz es toda tuya? —exclamó Blanca con la cara enrojecida—. ¡Tienes dos tíos también! ¡Esteban, no seas tan despiadado o tendrás consecuencias!
—Nunca creí en las consecuencias —contestó Esteban con voz serena—. Si existieran, yo sería las tuyas.
Blanca le lanzó una mirada de odio:
—Nunca debí dejarte vivir... eres igual que tu padre loco.
Esteban sonrió con frialdad:
—¿Acaso querías deshacerte de mí? Simplemente no tenías el poder.
Bernardo, ansioso, se plantó delante de su madre para protegerla:
—Mamá, cálmate....
Afortunadamente, Esteban no se enredó con ellos. Bernardo logró sacar a Blanca del lugar sin mayores problemas. Blanca temblaba de ira, con los dientes castañeand