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Capítulo 2: Ella ha regresado

Cuando Serena cayó al agua, llevaba un bolso en la mano. Al rescatarla, sólo se habían ocupado de ella; nadie se molestó en sacar sus pertenencias.

Donato reaccionó de inmediato y mandó a alguien a recuperar el bolso del fondo de la piscina.

Ese bolso era un modelo de edición limitada, tan delicado que ni siquiera se podía mojar con lluvia, mucho menos sumergirse en cloro. Estaba completamente arruinado.

El teléfono móvil y el resto de las cosas en su interior habían estado demasiado tiempo en el agua. Serena no sabía si algo seguiría funcionando.

Revisó sus pertenencias una a una.

Por suerte, los precios y marcas mencionados en la novela coincidían con los del mundo real que ella conocía.

Cloris y sus amigas observaron con desconcierto los movimientos de Serena. No entendían qué estaba haciendo.

Cloris sabía perfectamente cuánto había significado Lorenzo para Serena.

En la preparatoria, Serena era una auténtica celebridad, la chica más guapa del colegio —incluso chicos de otras escuelas se acercaban sólo para verla. Cloris, en cambio, pasaba completamente desapercibida... hasta ahora.

Había dado un giro radical a su imagen, reinventándose por completo y robándole el corazón al chico que alguna vez perteneció a la "reina del campus". Serena debía de estar al borde del colapso.

Este tipo de trucos sucios —provocar a Serena hasta hacerla perder el control frente a Lorenzo— no eran nuevos para Cloris. Los había usado muchas veces.

Normalmente, tras semejante humillación pública, Serena ya le habría lanzado una bofetada.

Cloris se frotó las manos por dentro, esperando una explosión... y luego, con lágrimas contenidas, dijo con voz temblorosa:

—Serena... lo siento. Todo fue culpa mía.

Una de sus amigas se adelantó y la sujetó del brazo, molesta:

—¡Cloris, no tienes que disculparte!

—¡Tú no hiciste nada malo!

—Lo que a mí me molesta es que haya gente que no respete relaciones ajenas.

—Lo hicimos nosotras, así que nos hacemos responsables. ¡Y punto!

Serena, mientras tanto, ya había hecho los cálculos mentales.

Esbozó una sonrisa serena:

—¿Así que cada quien se hace responsable de sus actos, no? Bueno... mi vestido cuesta 269,000 dólares, los zapatos 55,000, el bolso 490,000, y el celular 18,000. Todo se arruinó con el agua. El total es de 832,000 dólares. Así que quien lo haya hecho... que se prepare para pagar.

Apenas terminó de hablar, el silencio se volvió espeso.

Cloris y sus tres amigas se quedaron de piedra.

¿¡Cuánto!?

¿OCHOCIENTOS TREINTA Y DOS MIL DÓLARES?

¡Eso costaba una casa entera en sus pueblos natales!

Todas venían de familias normales. Y para reforzar su imagen de chica humilde, Cloris nunca aceptaba regalos caros de Lorenzo. Bueno... salvo que había logrado que él le consiguiera a su padre un buen trabajo con excelente salario.

Sabía que Serena usaba marcas exclusivas, pero no imaginó que fueran tan escandalosamente caras.

¡¿Un vestido usado valía más de doscientos mil dólares?!

¡¿Y ese bolso de casi medio millón?! ¡Qué mujer más superficial y materialista!

Pero por dentro, la envidia le ardía. Sí, Lorenzo era un poco más rico que Serena, y encima era el único heredero del poderoso clan Contreras. Si lograba casarse con él, lo de Serena no sería nada...

Las tres amigas de Cloris estaban a punto de entrar en pánico.

¡Ocho cientos mil dólares!

Las tres trabajaban en la empresa de Lorenzo gracias a Cloris. Su sueldo de diez mil dólares al mes ya era excelente... pero aún así, no podrían pagar ni un décimo de esa cantidad.

Cloris, con los ojos vidriosos, murmuró:

—Lorenzo... yo...

Donato, viendo que el drama crecía, no dudó en echarle más leña al fuego:

—¿No decían que cada una debía asumir su responsabilidad? Lorenzo, ¿no me digas que al final vas a sacar la chequera tú para compensar a Serena?

Las amigas de Cloris intentaron defenderse una vez más:

—¡Ella ya había usado ese vestido y ese bolso! ¡No puede valer tanto! ¡Todo junto no pasa de... no sé... veinte mil dólares como mucho!

Serena simplemente alzó una ceja.

La partida acababa de comenzar.

Donato soltó una risa sarcástica.

—Ese precio ya es con el descuento por la generosidad de Serena. Su bolso costaba originalmente 490,000 dólares en la tienda oficial. Es una edición limitada, y ni aunque pagues el doble en el sistema de espera te lo consigues. En internet ya está por el millón. Y el vestido —nuevo, recién salido esta temporada— es la primera vez que se lo pone.

Lorenzo no apartó la vista de Serena.

Por alguna razón, sentía que después de que ella cayó al agua... ya no lo miraba como antes.

Cloris miró a sus tres amigas. A pesar del problema, sabía que seguiría necesitando de ellas más adelante. No podía distanciarse justo ahora.

Más de ochocientos mil dólares... Bah, Lorenzo tenía dinero de sobra. Luego seguro ella se las arreglaría para sacárselo de vuelta poco a poco.

Con lágrimas en los ojos, Cloris se adelantó:

—Ellas vinieron porque yo las invité. Así que la responsabilidad es mía... Sólo tengo diez mil dólares ahorrados, Serena. No imaginé que fueras tan sensible con el tema del dinero. Pero bueno, te transfiero lo que tengo ahora y por el resto... te firmo un pagaré.

—No hace falta —dijo Lorenzo, sacando su chequera. Escribió una cifra y le tendió el papel a Serena—. Aquí tienes. Un millón de dólares.

Estaba irritado. Pero no sabía exactamente con quién.

Cloris era inocente, sin malicia, una chica que no entendía nada del mundo de la alta sociedad. Sus amigas igual: ingenuas, torpes... No podía culparlas.

Así que sólo quedaba una persona a la que culpar: Serena.

—No pensé que fueras tan materialista —dijo Lorenzo con una sonrisa helada—. Parece que para ti el dinero es lo más importante en la vida. Si no, no te habrías ido del país en primer lugar.

Serena lo miró con expresión neutral.

¿Y si no fuera por el dinero? ¿Acaso este CEO de manual seguiría ahí, dándose aires?

La Serena de ahora no era la misma de la novela original.

Había vivido tiempos difíciles, sabía exactamente lo que realmente valía en la vida.

Tenía una enorme cheque en la mano y ninguna intención de seguir discutiendo con gente que ya no le importaba.

—Si no puedo recibir una disculpa —respondió Serena con calma—, entonces algo de dinero no está nada mal.

Una disculpa puede ser falsa.

El dinero no.

Dicho eso, se dio la vuelta y se marchó del lugar sin mirar atrás.

Donato le lanzó una última mirada a Lorenzo.

—Créeles si quieres, Lorenzo. A mí me parece que se te llenó el cerebro de cloro.

Y sin más, salió corriendo detrás de Serena.

—Déjame llevarte a casa —dijo Donato al alcanzarla—. Es tarde. Date una ducha caliente, ponte algo seco. Y oye, este millón puede no parecer mucho... ¡pero sólo verles las caras me dejó feliz!

—¿Un millón de dólares no te parece mucho? —preguntó Serena con una ceja levantada.

Sabía que la familia García era rica. Pero en los últimos años habían tenido algunos problemas. No tan pobres como para preocuparse por el dinero, pero tampoco como para decir que un millón era poca cosa.

Incluso una heredera debería saber apreciar el valor de semejante cifra.

La ropa y accesorios que había usado hoy los había elegido cuidadosamente... para aparentar.

Ella recordaba que, en la historia original, la protagonista Cloris tenía un padre derrochador que constantemente iba a pedirle dinero a Lorenzo, incluso por sumas de apenas unos cuantos miles de dólares.

La vez que Lorenzo fue más generoso, según el libro, fue cuando le regaló a Cloris un anillo de compromiso valorado en catorce millones de dólares. La protagonista casi se desmayó de la felicidad.

—Para nosotros no es poca cosa —comentó Serena con ironía.

Donato se encogió de hombros y respondió:

—Claro... pero tú misma dijiste que ese esposo tuyo por contrato te dio una tarjeta negra. Mientras no lo molestes, puedes gastar hasta veinte millones al mes sin que le importe, ¿o no?

Luego añadió con total seguridad:

—Lorenzo ahora está cegado por Cloris, pero ya verás que tarde o temprano se dará cuenta de que la mujer que de verdad ama... eres tú. Cuando te divorcies, seguro acabas casándote con él.

Serena: "..."

Lo del esposo de Serena en la novela... ella casi lo había olvidado por completo.

Ese hombre aparecía tan poco que su existencia pasaba desapercibida. Y para colmo, pertenecía a un estrato social incluso más alto que el del mismísimo Lorenzo.

Ya hacia el final del libro, cuando Serena moría, aquel marido ni siquiera reaccionaba. De hecho, fue quien le echó una mano a Lorenzo en su carrera profesional, como si fuera el mecenas definitivo del protagonista.

—¿Veinte millones al mes...? —repitió Serena, pasmada— ¡¿Estoy pensando en divorciarme de un banco humano?!

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