Apenas entraron a la habitación, los dos se separaron de inmediato.
Esteban soltó una risita sarcástica y comentó con voz baja:
—Qué lista eres, querida esposa.
—Gracias, gracias —respondió Serena, fingiendo no notar el tono irónico—. Lo mío es talento natural.
Esteban casi se echó a reír del enfado.
Serena nunca había sido del tipo que se dejaba pisotear. Pero bajo el techo de otro, uno a veces tenía que agachar la cabeza. Para el señor Esteban, quien era quien le pagaba, Serena estaba dispuesta a hacer una pequeña excepción.
Pero para una desconocida como Hilaria, no pensaba soportar ni una sola humillación.
¿Y qué podía molestar más a Hilaria que verla coquetear con Esteban justo en su cara?
Exacto: nada.
Durante la cena, llegaron los dos tíos menores de Esteban.
El segundo hermano de su padre se llamaba Bernardo. Tenía cara de vividor y sonrisa fácil. El menor, Rafael, usaba gafas y aparentaba ser más serio, más intelectual.
Ambos eran más jóvenes que Esteban. Old Señor Ruiz los h