Serena apretó los dientes.
Esteban la soltó.
Si se tratara de la Serena de antes, Esteban no habría llegado tan lejos; con mantener una apariencia cordial habría sido suficiente.
Pero ahora no era así...
Esteban la miró con una sonrisa repentina y susurró:
—Veinte millones de dólares.
Serena sintió que alguien le había pisado la cola. Fingió una sonrisa forzada:
—Tener este momento de cercanía con usted, señor Esteban, ha sido un honor.
Hilaria salió corriendo llorando. Al ver a Blanca, rompió en sollozos aún más fuertes:
—¡Esteban, él y esa mujer... ellos estaban...!
Blanca comprendió todo de inmediato.
En esa mansión de los Ruiz, Esteban rara vez se quedaba. Hilaria vivía allí casi todo el año y se consideraba la única hija de la familia. Si la puerta no estaba cerrada con llave, ella entraba sin llamar. Y en ese momento, si Esteban y Serena estaban siendo íntimos, no cabía duda de que aquello desestabilizaba a Hilaria.
—¡Vaya escándalo para algo tan normal! —azuzó Blanca con severi