Serena había terminado la sesión de fotos pasadas las nueve de la noche.
Como le habían regalado el vestuario y las joyas, no quiso cambiárselos allí; prefirió volver a casa y hacerlo con tranquilidad.
La llevó en el auto oficial de la empresa, y al cabo de más de media hora, Serena estaba agotada y somnolienta. No tenía ganas de trasnochar leyendo ni viendo programas; planeaba bañarse y luego dormir.
No sabía si Esteban ya estaba en casa. Al llegar al pasillo frente a su cuarto, se detuvo y abrió la puerta con cautela para mirar si había alguien adentro.
La duda era si este contrato de imagen realmente había sido posible gracias a Esteban, y si él la había ayudado en secreto. Eso le habría conmovido... porque, en el fondo, ella no era tan orgullosa como decía. Si alguien la había impulsado, no habría presumido de independencia ni negado que necesitaba apoyo. Tanto en la vida como en el trabajo, tener alguien influyente que te tendiera la mano es una suerte, y más aún si se aprovechan