Serena no supo qué decir, así que comentó al azar:
—Tu abuelo materno parecía muy serio, su porte era bastante distinguido.
Esteban esbozó una leve sonrisa.
—Solo es un anciano solitario y digno de lástima.
Esa noche, Serena encendió la televisión. Aunque no entendía el idioma, al menos podía seguir las imágenes.
Cambiando de canal, se topó con una entrevista en la que el presentador hablaba con un anciano imponente... Exactamente el mismo del que Esteban había hablado. Por la actitud respetuosa del entrevistador, parecía ser alguien realmente importante.
Serena frunció el ceño, desconcertada.
Esteban ya había terminado la mayoría de sus asuntos allí y planeaba volver al país a la mañana siguiente.
Esa noche, recibió a unos visitantes y salió a conversar con ellos. Cuando regresó, le entregó a Serena una pequeña caja de terciopelo.
—Mi abuelo no sabía que estabas aquí —dijo Esteban—. Como fue su primer encuentro contigo, pidió que te trajeran este obsequio.
—¿Para mí? —preguntó Serena