Serena no quería acabar en la cárcel, ni un poco.
Aunque la antigua Serena solía hacer cosas ilegales, la actual era una ciudadana ejemplar, cumplidora de las leyes, que no quería ni de lejos probar la comida de prisión.
Desde que llegó al mundo del libro, Serena no había heredado todos los recuerdos de la original. Todo lo que sabía de ella lo había sacado de pasajes de la novela o de lo que otros le habían contado.
Sinceramente, ni siquiera tenía claro si la antigua Serena había hecho cosas tan graves como para terminar entre rejas.
Por eso nunca se atrevía a ir demasiado de frente contra Cloris. Tenía miedo de que esta tuviera pruebas en su contra, algún secreto oscuro que pudiera destruirla públicamente.
Serena sujetó la muñeca de Esteban con ambas manos:
—Acepto cualquier otro castigo, pero por favor no me encierres. Si quieres descontarme el sueldo, jefe, tú decides cuánto.
Esteban retiró su muñeca con tranquilidad:
—¿Tú crees que me importa ese salario ridículo?
Serena sintió q