Alba llegó a la mansión, caminó hasta entrar por la puerta principal que daba a la casa. Estaba por oscurecer, tuvo la sensación de miedo, sabía que Evan ya habría llegado, y sabría de su ausencia, pensó en como reaccionaría.
Llegó a casa y Marisa la miró asustada.
—¿Dónde estaba, mi niña? ¡El señor está furioso! —exclamó consternada. Alba asintió, se quitó el abrigo y se lo dio, subió a su recámara y Piama se encargó de informar a Evan que su mujer había llegado.
—Ella llegó, pero no dijo nada, parece cambiada, no sé con quién pudo estar.
Evan la escuchó y sintió la rabia por esas palabras de Piama, al salir, Miranda entró y sonrió a su hija.
—Parece que esa mujercita nos está poniendo las cosas muy fáciles.
Ambas sonrieron felices.
Evan caminó rápido, para dirigirse a la habitación, la sangre le hervía de rabia contenida, antes de entrar preguntó al chofer que buscó a Alba durante este tiempo, sobre lo ocurrido. El empleado le explicó que supo que la señora Alba fue vista en u