Un matrimonio conveniente no es más que una tortura para quien no lo desea. El destino de Bianca Rizzo era ser una esposa trofeo, su padre la había logrado comprometer con los hijos de unos millonarios empresarios italianos. Bianca se sentía como si estuviera en una mafia. Al conocer a Nathaniel una semana antes de su boda supo que no la amaría nunca ya que él era frío, tosco y muy apartado de ella. Como su esposa servía como una ficha en la dinastía que los Giordano querían construir pero una vez sirviera a sus propósitos, sabía que su futuro sería incierto. Un momento de dificultad la deja en vilo y decide que ayudará a los Giordano a tener el ansiado heredero y así controlar todas las acciones de la empresa. Un contrato prenupcial le impide tener hijos que no sean de Nathaniel por lo que deberá arreglárselas para quedar embarazada de su esposo y tan rápido como pueda para poder tener la ayuda de sus suegros y salvar a su padre. Un cambio de identidad y un juego de seducción hacen ver a Bianca que lograr sus objetivos serán un verdadero reto, pero está dispuesta a todo con tal de salvar a quienes ama.
Leer másBianca siempre había tenido sueños y en ninguno de esos sueños y anhelos de su juventud estaba vestirse de novia, sin embargo, estaba pasando. Estaba ahí parada en medio de un salón con su vestido blanco y su velo de novia. El bouquet de rosas en sus manos temblorosas y su falta de emoción en la cara. Trataba de ver a los invitados a aquella de farsa pero sus caras no quedaban grabadas. Su “novio” al lado, apenas lo conocía de hacía una semana atrás y si bien era rico y guapo no era razón suficiente para casarse con él. Al menos eso era lo que ella creía. —Aquel que se oponga a este matrimonio, hable ahora o calle para siempre. –Bianca quería decir que ella era quien se oponía a ese matrimonio. Veía de un lado a otro y ahí estaba su papá, feliz de que ella estuviera contrayendo matrimonio. Le parecía irreal. La iglesia estaba decorada con lazos y flores. La familia de Nathaniel también sonreía. El pastor de aquella iglesia seguro ni sabía los motivos que los habían llevado al altar, pero ya que cumplieron con todo el curso pre-matrimonial, no había motivos para parar aquella boda. —En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Yo los declaro “Marido” y “Mujer”. Puede besar a la novia. —Bianca se tensó al ver como Nathaniel le quitaba el velo encima del rostro y se acercaba a ella para besarla. Sus labios eran fríos, y parecía que aquel beso solo lo hacía para cumplir un patrón, un formato. Lo que se esperaba. —Damas y caballeros, es un placer presentarles al señor y la señora Giordano. —Una farsa. Tomándola de la mano, Nathaniel, sin decir una palabra, se dispuso a salir por el pasillo de la iglesia con ella. Caminó por inercia. Las personas los felicitaban. Subieron al auto para irse a la fiesta de recepción. El silencio se hizo extremo, así que él fue el primero en hablar.
—¿Estás bien? Debes admitir que de este matrimonio quien sale ganando eres tú. Tendrás el apellido Giordano, dinero y muchos lujos, es mucho más de lo que alguien en tu posición puede aspirar a tener.—¿Alguien de mi posición? ¿Te refieres a la hija de un mayordomo? ¿Según tú debería ser una criada en lugar de tu esposa?Él no respondió y su silencio hizo que le dieran náuseas. Tal vez él no la amara nunca pero no era mucho pedir que al menos la respetara. Ella también había sido llevada a hacer algo en contra de su voluntad. —Me iré esta noche.—Quisiera pedirte algo. -dijo y él la miró con atención mientras ella se quitaba el velo. —Quiero estudiar administración. Siempre he querido ser una ejecutiva y aún estoy a tiempo de inscribirme en la universidad.—No necesitas estudios si lo que eres es una esposa trofeo.Bianca sabía que era más que eso, podría ser más si tuviera las oportunidades a su alcance. —Entonces no vas a ayudarme.—No. Creo que ya te ayudé bastante.Le causó asco el pensar de que ahora su vida estaba reducida a ser lo que otra persona quería, un ornamento social y nada más. —Quiero saber ¿Me serás infiel?—Seguramente.—Así que según tú, que yo sea tu esposa es suficiente premio. No tengo derecho a expandir mis horizontes ni a pensar por mi cuenta. Solo debo sentarme donde tus padres me digan, lucir bonita y sonreír. ¿Eso es ayudarme?Nathaniel no le contestó a su esposa, ella asumió que su silencio era de un “SÍ” —¿Tan desagradable es casarte conmigo? –Respondió él viendo que ella quedaba en silencio nuevamente. Bianca no quiso preguntar nada más, solo esperó que el chófer siguiera su camino. Ignorada. En el día de su matrimonio. Al bajar, la expresión de su esposo cambió por completo, sonrisas, felicidades, estaba ganándose el Óscar a “Mejor actor” pues estaba portándose como un absoluto hipócrita. Mientras todos celebraban excepto ella, se alejó del salón para pensar que la había llevado a estar en aquella situación. Todo el mundo conocía a los Giordano. Eran una familia millonaria y dueña del grupo tecnológico “Gamma” dedicados a las telecomunicaciones. Quienes gerenciaban aquel complejo, Ignazio y Carmenza Giordano no eran los dueños absolutos ya que todo le pertenecía a Nathaniel, pero solo sería suyo si cumplía con los requisitos de la herencia de su abuelo. Ella no era de su misma clase, solo la hija de un hombre que un tiempo estuvo al servicio de los Giordano, y aunque había renunciado muchos años atrás, los Giordano seguían mandándole dinero para que la cuidara a ella.Cuando ella cumplió la mayoría de edad supo que su papá había negociado su matrimonio desde que ella tenía doce y habían ido por ella. Quería irse a estudiar a Cambridge y se había esforzado por lograr ese sueño, por lo que cuando su padre le dijo que se casaría con él, hubo un sinfín de quejas y “peros”. Y sin embargo, aunque se negó en redondo, no obtuvo lo que quería, un contrato la dejaba atada para siempre a Roma. Cuando conoció en persona a su futuro esposo decidió que no era su tipo, sin embargo, en esa misma semana sería su boda. Días anteriores tuvieron su boda por civil, y ahora, luciendo el vestido de novia que ni siquiera puedo escoger sino que su suegra le impuso, y la fiesta que querían los Giordano, se casaba con alguien que no amaba. —Dios. Por favor. –Suspiró mirando al cielo. —Sé que no es el matrimonio como debe ser. Un hombre y una mujer deben amarse, y prometerse fidelidad en las buenas y en las malas. Es lo que me enseñaron. Por lo que sé que esto es un chiste muy malo. —Escuchó el carraspeo y una ligera tos y volteó muy nerviosa viendo a su suegra. La mujer estaba impoluta. Alta, sus pómulos estaban elevados, pensó Bianca, seguramente por cirugía. Era igual a su hijo, misma mirada fija y de juzgar, se paseaba por todo el cuerpo de Bianca, evaluándola. —Serás una buena esposa para mi hijo. Ahora hablemos de tus deberes. Ya sabes lo que tienes que hacer. Él no quiere, pero ya que eres su esposa, se esperará que pronto des a luz a un heredero. —¿Nathaniel no quiere tener hijos? –Se dio cuenta de lo poco que conocía a su esposo. —Lo siento señora Carmenza. Solo quiero saberlo.—El trato se hizo, compórtate ahora como la señora Giordano. ¿Entendido? –La dejó sola y Bianca suspiró para luego sacarse el velo de la trenza que tenía hecha en su cabellera castaña. Echó un vistazo a toda la ciudad. La arquitectura de Roma le fascinaba, ahí, en donde vivió toda su vida le parecía imposible que estuviera pasando aquel momento de fastidio. La fiesta le parecía insulsa, por lo que ponerse ebria hasta el fondo fue como una buena idea. Bebiendo una copa tras otra trató de pensar en que podría hacer para salir de aquel aprieto. Buscó a su esposo en medio de la fiesta y se acercó al verlo. —No tendremos noche de bodas. -Dijo ella mirándolo directo a la cara un tanto achispada. —no quiero acostarme contigo.—Yo tampoco. –A pesar de que la primera negativa fue de ella, Bianca asintió al oír las palabras de Nathaniel y lo miró algo confundida. —No voy a tocarte. Tendrás la protección de mi apellido y dinero, pero en lo que a mí respecta, tú y yo no somos marido y mujer. No te preocupes porque quiera acostarme contigo, porque no lo haré.—Cómo quieras. ¿Habitaciones separadas? –Vió que asintió, la fiesta siguió adelante y en cuanto se fueron, al llegar con él al hotel, tomó la primera llave que le ofrecieron y subió. Había mucho que no comprendía, pero algo sí sabía, iba a ser una esposa virgen por el resto de su vida. Aunque quizá tuviera un par de cosas buenas. Se quitó su vestido y se acostó. Sin duda iba a cambiar las cosas a su favor en algún punto y aunque no fuera al día siguiente, o al mes que seguía o en un año, sabía que lograría sacar la fuerza necesaria como para enfrentarse al mundo y conseguir beneficios de aquel trato en dónde la habían movido de un lado a otro como un maldito peón. Si había algo que regía su vida de principio a fin es que siempre era una pieza para el juego de alguien más, pero ahora era adulta, una mujer, y tenía que buscar sus propias metas, sueños y beneficios. Y ya que a nadie le pareció importar lo que ella sentía o lo que quería, era mejor que tampoco pensara en los demás. Eran obstáculos, y pensar en lo que un obstáculo quería o sentía era una pérdida de tiempo. Y estaba segura de que no quería acabar como otras mujeres con el corazón lleno de dolor y el alma rota. Tenía que surgir, levantarse y empoderarse, después de todo, ahora era una Giordano y como tal pertenecía a una familia poderosa. Aunque fuera solo de nombre.Odiaba los hospitales en extremo. Le daban una mala impresión y le daba muchísimo miedo que el lugar, tan blanco, tan impoluto, fuera el lugar dónde le dieran malas noticias. Bianca. La habían traído herida y muy maltratada. Delgada, débil y con una bala en el abdomen. La cirugía de extracción se le estaba haciendo eterna y solo quería noticias. En cuanto el médico salió con su ropa de cirujano se levantó de golpe de su silla en la sala de espera y se acercó tan rápido como le fue posible. Casi corriendo. -¿Y mi mujer? -Señor Giordano... -Dijo dando un suspiro sabiendo que no podría disfrazar la verdad. -Podrá entrar a verla en media hora. Le recuerdo que no está muy bien, por lo que es recomendable que no tenga emociones fuertes y se le permita descansar. Perdió muchísima sangre, estaba muy mal alimentada y por lo que se pudo ver en sus exámenes con níveles muy altos de estrés. Eso complicó la cirugía. Por eso tardamos más. La tendremos en observación. -Quiero que sea llevaba a
El disparo que había sonado había guiado a los policías hasta la caseta. Bianca comenzó a sentir pánico cuando vio a su suegra desplomarse en el suelo y cayendo en un charco de sangre. Se inclinó a su lado y presionó la herida mientras respiraba agitada e intentaba mantener la compostura. -No, no, no. -Si muero, serás una asesina. ¿Eso es lo que quieres? Muere también conmigo. -La estaba manipulando, pero debía mantenerse con fuerza mental para que la mujer no hiciera con ella lo que quisiera. Escuchò las sirenas y los perros y sonrió. -Te llevarán presa. Compartiremos celda si sobrevivo. -Te aseguro que no. ¡AQUÍ! ¡ESTOY AQUÍ! -Comenzó a gritar con la esperanza de que la escuchara alguien, ya quería que se acabara aquella pesadilla y luego, con suerte, retomar su amor o irse, si tenía suerte, seguiría con Nathaniel y él aceptaría iniciar de nuevo, si no la tenía, tendría que tomar a su hija y marcharse. ¿Le dejaría él conservar a Olivia? Su cabeza estaba haciéndose un lío y eso
—Me iré. Me alejaré de todos los Giordano, lo prometo. No volverás a saber de mí nunca más. –Bianca sabía que Nathaniel la buscaría, pero solo debería ser más lista y esconderse mejor. —No confío en tus palabras, así que solo saldrás muerta de aquí o no saldrás. –Dijo la mujer acercándose a Bianca para quitarle el arma. —Podrás fingir que eres valiente pero no lo eres. Apenas te sostienes. Te quedaste relegada como una esposa de mentira esperando no se porque, te serviste de mentiras para concebir una hija de mi hijo, Eres patética. –Pero Bianca no pudo oír más y disparó mientras sus manos temblaban. Escuchó el ensordecedor sonido de la bala y luego vio la sangre de su suegra y el pánico se apoderó de ella. Soltando el arma lejos de ella salió corriendo buscando abrir por cualquier medio la puerta del sótano. No quería ser una asesina, pero en eso se estaba convirtiendo. Debía huir, debía escapar. ***Los perros de búsqueda peinaban la zona, la policía estaba al tanto y Nathaniel ay
Bianca sabía que dependía de ella salir de aquel embrollo pues nadie vendría a rescatarla, puede que la estuvieran buscando pero su suegra se iba a encargar de que la hallaran muerta. Olivia venía a su mente. No era esposa de Nathaniel pues el matrimonio no se había consumado en el tiempo estipulado y luego de tanto tiempo separados había quedado anulado. A fin de cuentas, no había nada más que su hija para unirlos, y sabía de alguna forma que no sería capaz de volverse a casar con Nathaniel aunque lo amara. Así que planeó su escape. Estaba sola con su suegra aunque ella estuviera armada. Las puertas y ventanas estaban cerradas. El sótano donde estabansolo tenía una salida. Para poder huir debía primero liberarse de las cuerdas que la mantenían sujeta, luego desarmar a su suegra, y rogar que no hubiera llaves que buscar. Tenía que estar atenta. Estaba acostada en aquel colchón en el suelo, sucio y lleno de polvo que le hacía picar la nariz mientras sus manos y piernas estaban atadas. S
Nathaniel estaba más que preocupado por su mujer. Si algo le pasaba a Bianca, él sería el único culpable de su ruina. Él conocía a su madre y la obsesión que tenía con la madre de su esposa, sabía que odiaba a la familia de Bianca. Sabía que a sus ojos ella no era digna de ser una Giordano como él. Tenía un arma en la mano e iba con gran rapidez hasta las casetas del bosque que colindaban con su casa. Podía suponer que ahí estaba su esposa, y tenía sentido pues nadie usaba aquellas chozas de verano que eran solo para pasar el rato y una que otra vacación. Casi todo el año estaban solas, vacías y bajo llaves. —Dios quiera que estés bien, Bianca. –Al acercarse vio que no había nadie, pero claro, eso podía ser engañoso, conocía a su madre y sabía que era capaz de torcer la situación hasta volverla a su favor. Con sigilo se movió viendo por los cristales sucios de las ventanas. No había rastro de forcejeo y menos de que alguien hubiera entrado. Todo parecía tan normal. Y aquello le estab
Sabía que el estrés de su esposo era provocado por su suegra desaparecida. Nathaniel estaba constantemente en alerta y por lo que supo de Gianpiero, Nathaniel fue quien echó a su madre de la casa. -¿Me vas a decir que pasó con tu mamá? -Lo encontró con Livie en su cuarto de bebé y se cruzó de brazos. -Nathaniel, merezco saber que pasó. -Lo sé, Bianca. -Dejó a Olivia dormida en la cuna y miró a su esposa. -Pero no te lo puedo decir, es así de simple. Mi mamá causó tus accidentes y por su culpa casi perdemos a nuestra hija. ¿Puedes aceptar mis decisiones?-Nathaniel, pasamos de ser unos extraños que están casados a ser unos esposos que se respetan y quieren, pero necesito que confíes en mí. -Nathaniel miró a su esposa, decidida, fuerte. Estuvo a punto de contarle los motivos por los cuales su madre la odiaba, pero no fue suficiente. -Nath. Por favor. -Solo trato de ser el esposo que necesitas, uno que te proteja. Tardé diez años en poder estar contigo. Y joder, ya... Es lo que intento
Último capítulo