—¿Qué quieres, Stella? Dime, qué es lo que buscas en esta habitación, y te lo daré, tan perfectamente con en el pasado.

La luz se filtra por las cortinas dibuja sombras sobre su rostro angelical, haciendo que su ojos brillen con una intensidad que le consume lentamente, como la llama que devora la vela en mesa de noche.

—Yo… Sebastián, yo… quiero hablar.

Las palabras se atascaban en su garganta, formando un nudo imposible de desatar con facilidad, mientras su mente trataba desesperadamente de ordenar los pensamientos.

El aire entre ellos se había vuelto denso, casi palpable, cargado de ese magnetismo inevitable que siempre los había unido desde el primer instante en que sus vidas se cruzaron, cuando el destino trabajó para encontrarlos.

Quería decir tantas cosas, desentrañar tantos sentimientos que bullían en su interior como una tormenta imparable, pero la cercanía de su cuerpo, ese aroma tan característico que desprendía su piel recién lavada, nublaba su juicio y convertía su