—Hace mucho que no nos vemos.
Omar habló primero, Se acercó, abrió la puerta del pasajero, luego volvió y se sentó en el asiento del conductor.
—Vamos. Hablemos en otro lugar —dijo Omar.
Leandro no dijo nada. Levantó la mano, dio una profunda calada a su cigarrillo. Luego lo apagó, lo arrojó al basurero y se subió al coche.
A lo largo del camino, ninguno de ellos habló. Parecía que estaban esperando llegar a su destino.
Diez minutos después, regresaron al bar que acababan de dejar Omar y Julieta y entraron a una sala privada.
Leandro se sentó, encendió un cigarrillo y se sirvió una copa de vino.
Después de un tiempo, habló:
—¿Te mantienes en contacto con ella?
—No, es la primera vez que la veo en cuatro años.
—¿Dónde has estado todos estos años? —preguntó de nuevo Leandro.
—Estudiando, y aislándome.
Leandro se recostó en el sofá, cerró los ojos; dio una calada, luego exhaló lentamente un anillo de humo, y preguntó con voz ronca:
—¿Ella no lo negó?
—¿Negó qué? —preguntó Omar.
Tras