Ese aliento le resultaba familiar, muy parecido al de Leandro.
Abrió los ojos, pero tenía la mirada nublada; no veía nada y finalmente se desmayó.
Leandro sostuvo a Julieta en sus brazos. Sus ojos brillaban con un aura asesina.
—¿No quieres vivir?
Natalia también se sobresaltó. Sus piernas estaban débiles y paralizadas en el suelo e intentó de explicar:
—Leandro, no es lo que parece, es que ella...
Pero Leandro no le dio oportunidad de explicarse:
—¡Largo de aquí!
Al ver esto, Natalia tuvo que huir. Se apresuró tanto que tropezó y salió corriendo.
Leandro llevó a Julieta a la cama y se inclinó para cubrirla con la manta. La miró con expresión de preocupación y luego se volvió para marcharse.
Justo después de salir de la habitación, Leandro se apoyó en la pared con el cuerpo arqueado.
—¡Señor! —Renzo llegó por casualidad a buscarlo y vio que tenía la cara pálida y la camisa blanca manchada de rojo por la sangre; parecía que la herida estaba abierta de nuevo.
—Señor, ¿qué ha ocurrido?
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