Cuando Ismael y Jazmín llegaron, Julieta salía cojeando de la oscura funeraria.
—¡Julieta! —gritó Jasmine y salió disparada hacia ella. Luego la abrazó, observó su pelo revuelto y las manchas de sangre en la boca, y le preguntó con preocupación—: Julieta, ¿qué ocurrió? ¿Esa perra de Dalila te hizo esto?
Cuando Jasmine la abrazó, los apagados ojos de Julieta cambiaron ligeramente. Enterró la cabeza en los brazos de Jasmine y volvió a llorar:
—Ay, Jazmín, incluso las cenizas de don Camilo fueron esparcidas. Soy tan inútil...
Jasmine se paralizó momentáneamente. Le acarició suavemente la espalda y le susurró:
—Julieta, no estés triste. Don Camilo te perdonará en el cielo.
Julieta lloró largo rato. Luego levantó la cabeza, miró a Jasmine con los ojos enrojecidos y le dijo:
—Jazmín, tenía tanto miedo. No quiero perderte a ti también.
—Julieta, Jazmín siempre va a estar ahí. No te abandonaré, no tengas miedo —le aseguró Jasmine.
Tras escuchar eso, Julieta negó con la cabeza y gritó:
—No