Anoche, cuando volvía a la Península, vio a Dalila desmayada en la sala. Su cuerpo estaba cubierto de sangre, por lo que tuvo que llevarla rápidamente al hospital.
Cuando Dalila mejoró un poco ya era medianoche, y él volvió a la cabaña. Quería salvarla, pero...
Al llegar, vio que la cerradura estaba abierta. Había dos rastros de ruedas de automóvil en el suelo y no había nadie adentro. Al llamarla, lo único que le dijo era que lo odiaba. Leandro hizo una mueca y con su puño golpeó fuertemente la ventana, rompiéndola en el proceso. Los trozos de vidrio cayeron manchados de su propia sangre haciendo un ruido de tintineo.
Renzo vino rápidamente y se quedó petrificado al ver cómo sangraba la mano de Leandro, y se apresuró a buscar un botiquín, y mientras le decía:
—Señor, su mano está sangrando.
Leandro hizo caso omiso, se giró hacia Renzo y le cuestionó:
—La amo tanto... ¿por qué me traicionó? ¡Ella no tiene ningún derecho a odiarme!
Renzo volvió corriendo con el botiquín en la mano y l