Jasmine se apresuró a darle una toalla para que se limpiara. Luego, sacó un frasco de remedios y se lo entregó a Julieta, mientras decía:
—Julieta, toma la pastilla.
Después de tomar el remedio, Julieta cerró sus ojos, pero se obligó a tener la mente en blanco. No se atrevía a volver a sus recuerdos de la antigua mansión.
Jasmine no se quedó por mucho tiempo. Cuando vio que Julieta había tomado todo el caldo, recogió todas las cosas y se las llevó.
No pasaron ni dos minutos cuando Leandro empujó la puerta y entró al cuarto.
Se sentó en la silla y notó el calor residual en el asiento. Expresó cierta sorpresa con el rostro, y luego un par de ojos profundos como águila se dirigieron a Julieta y cuestionó:
—¿Quién vino antes?
—Nadie.
—¡Julieta! ¿Tan astuta eres que lograste que tu perrito faldero viniera a visitarte?
Julieta le vio enojarse y su corazón le dolió por un momento. Luego rezongó:
—¿Qué te pasa? ¿Acabo de herir los sentimientos del señor Cisneros otra vez?
Leandro vio que ella