Las puertas de la sala de juntas apenas se habían cerrado cuando el murmullo estalló entre los altos mandos. Uno de ellos golpeó la mesa con el puño.
—¡No puede salir así! —Escupió con furia. —Si no se quiere quedar por las buenas, lo hará por las malas. —Un coordinador de seguridad ya tenía un comunicador en la mano.
—Bloqueen todos los accesos. Activen los protocolos de contención. Kenji Yoshida no debe salir del edificio. —Ordenó alterando los corazones hasta de los más fríos. Se estaban entrenado a una leyenda y ellos lo sabían.
Las luces parpadearon y la sede entró en modo de cierre total: persianas metálicas bajando, puertas blindadas cerrándose, alarmas silenciosas activadas. Los pasillos se llenaron de luces rojas intermitentes, y en la sala de control decenas de operadores desplegaban planos del edificio, asignando equipos a cada piso.
Kenji caminaba por el pasillo con paso tranquilo, las manos aún en los bolsillos. Su respiración era pausada, pero su mente giraba como u