LISSANDRA
El fin de semana había llegado en un abrir y cerrar de ojos, entré a su despacho en silencio, ahí estaba mi adorado esposo, en el sofá, leyendo un informe muy concentrado, camisa suelta, mangas arremangadas, se veía tan sexy. El rey Gardner en su hábitat natural. Concentrado, elegante… peligrosamente atractivo.
Me acerqué con paso lento. Lo sabía. Ya me conocía ese gesto. Esa sonrisa con truco. Me miró por encima del marco de las gafas, sin levantar del todo la cabeza.
—¿Qué hiciste? —preguntó sin rodeos.
—¿Por qué piensas que hice algo?
—Esa sonrisa es mi alarma sísmica personal.
Me senté a su lado, jugueteando con la tela de su camisa.
—Tengo algo que decirte…
—Dios mío. Cuando vienes con esa mirada traviesa, acompañado de “tengo algo que decirte” se me hace un nudo en el estómago. Dime que pasa
—Bueno, em…
Cerró el informe. Ahora sí me miró, completamente.
—Lissandra. Habla.
—Tiffany me invitó a una noche de chicas. Solo chicas. Tragos. Música. Risas. Desahogo. Olivia ya