Llamándolo a él.
ASHTON GARDNER.
La sangre de Liss estaba en mis manos. Literalmente. Se había secado en mis dedos, pegajosa, ennegrecida por el tiempo. Pero yo la sentía aún caliente, como si gritara desde su cuerpo débil que no quería irse, que aún quería quedarse conmigo.
Caminaba en círculos por el pasillo del hospital. No podía sentarme. No podía parar. Porque si me detenía, iba a romperme.
—Dios, te lo ruego… Haz lo que quieras conmigo, pero déjamela. Llévate todo. Mi imperio. Mi vida. Mi alma si quieres. Pero déjamela.
—Vas a vivir, Lissandra —mi voz era puro fuego contenido—. Vas a abrir los ojos. Vas a gritarme cuando me porte como un idiota. Vas a dormir en mi pecho. Vas a reírte de mis trajes caros y vas a volver a llamarme “ogro”. Porque si no lo haces, Liss…yo me muero contigo.
Tiffany estaba sentada, abrazando sus piernas como si quisiera desaparecer. Ethan estaba de pie, con los ojos vacíos. Los tres sabíamos que esto podía terminar en tragedia. Y yo… yo sentía que mi alma estaba siendo