ASHTON GARDNER
Estábamos juntos en la ducha, no podía creer que al fin era mía, contenerme fue un calvario que ni yo supe que podía soportar. Todo empezó hace años atrás, aun eramos niños.
Desde que la vi rescatar a ese gatito del árbol, me enamoré perdidamente de ella. Tan frágil, pero a la vez tan fuerte. No le importó caerse, ella solo estaba preocupada de que el pequeño gatito volviera con su madre.
—¿Quién es ella? —le pregunté a mi mejor amigo de ese tiempo.
—Oh, es mi vecina, Liss.
—Liss… qué lindo nombre.
Desde ese día la seguí. Amaba ese cabello rojizo, esa piel blanca, y cómo arrugaba la nariz cuando estudiaba. La miraba resolver problemas en la biblioteca como si fuera lo más fácil del mundo, y para nosotros lo era. Era tan inteligente como hermosa.
Jamás me había gustado tanto una chica como me gustó ella. Fue la primera que llamó mi atención, y me enamoré, me enamoré perdidamente.
Ese día mi amigo le dio un pelotazo y mi corazón se rompió. Corrí hacia ella y la tomé en mi