ASHTON GARDNER
Apenas crucé el umbral de la casa, el sonido de las risas me detuvo en seco.
Ahí estaban. Liss y Erick en medio del living, rodeados de cojines, muñecos y uno que otro dinosaurio que parecía haber invadido la alfombra. Ella tenía el cabello suelto, despeinada, con una polera vieja que solía robarme para dormir. Y aún así… se veía más hermosa que cualquier joya que acababa de ver en esa tienda.
Erick saltaba en círculos, fingiendo ser un dragón mientras ella se reía a carcajadas, persiguiéndolo con una cuchara de madera como si fuera una espada mágica.
No dije nada. Solo los observé. Sintiendo que el corazón se me apretaba en el pecho. Eso… eso era mi mundo.
—¡Dragón! ¡No escaparás de la princesa justiciera! —gritó ella con voz teatral mientras el niño chillaba de risa.
—Y tú tampoco escaparás de tu rey —dije, finalmente, dejando el abrigo en el perchero.
Liss se giró y, sin pensar, corrió hacia mí con la misma energía que Erick.
La abracé con fuerza, levantándola del pi